Uno de los primeros recuerdos de mi incursión en internet con fines indinajonescos, en esto de ver cortos stop-motion de otros lares se entiende, es el de toparme con un cortometraje sencillo pero bien animado y muy divertido que llevaba por título El desafío a la muerte (2001). La historia de un faquir contra una licuadora me gustó tanto que busqué quien era el responsable del mismo, un (por entonces) desconocido realizador argentino llamado Juan Pablo Zaramella.
A partir de ahí siempre he tenido puesto un ojo en lo que ha venido realizando, disfrutando a tope de sus más reconocidos trabajos como Viaje a Marte (2004), Lapsus (2007) o Luminaris (2011). Y sin embargo cuando tuve la oportunidad de conocerle en persona en la edición de Animadrid de 2009, le llevé una fotografía de aquel faquir de plastilina que tanto me gustaba para que me la firmase.
La última obra de esta genio bonaerense es la microserie coproducida desde Francia El hombre más chiquito del mundo, pero a nivel mucho más autoral su último film es Onión (2016). Un cortometraje incomprendido que no ha logrado seguir la senda del éxito festivalero de Luminaris (probablemente el cortometraje más premiado de la historia de la humanidad), pero que sin embargo en sus más de veinte minutos podemos disfrutar del Zaramella más absurdo, tanto en el plano del humor como de la propia animación. A mí me encanta.
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