Peter Lord no es "solo" uno de los co-directores del gran estudio de Brístol, Aardman Animations, sino que es un realizador cinematográfico interesante y un animador en plastilina superdotado. Una de sus incursiones en solitario en el terreno del cortometraje, en un "yo me lo guiso y yo me lo como" en toda regla, fue Adam (1991). Un trabajo fino y de humor con plastilina de por medio que le llevó a Lord a la ceremonia de entrega de los premios Oscar de 1992 -aunque finalmente el corto no acabó logrando la preciada estatuilla, que recayó en el sobresaliente Mona Lisa Descending a Staircase (Joan C. Gratz, 1991).
«Con una única localización, dos personajes y nada de diálogo, Adam es una película muy simple. Sin embargo, eso no significa que la elaboración del storyboard lo fuera», recuerda Peter Lord. «En la fase inicial del proyecto, desarrollé más de una docena de situaciones a las que Adam debería hacer frente –el efecto de la gravedad, la soledad, una rabieta, etc–. El gran trabajo del proyecto consistió en ordenar esas secuencias independientes de la mejor forma posible para que la historia fluyera correctamente hasta la audiencia». Lo más interesante de este cortometraje es que plantea un símil directo entre la relación Dios y Adán con la del animador stop-motion y su muñeco, una idea que cobra mucho más énfasis al tratarse de animación en plastilina –en inglés la plastilina y la arcilla se denominan “clay”, y la arcilla no es otra cosa que barro–. Y pese a que, en las escenas en las que Adán se presenta boca abajo, la parte sur del planeta se encuentra erróneamente iluminada, el resultado en su conjunto presenta un ritmo perfecto, una detallada animación y al que el paso del tiempo no le ha hecho envejecer para nada.
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