viernes, 19 de abril de 2019

Rilakkuma y Kaoru, dramas de envoltorio afelpado

Netflix trata de cubrir todos los nichos de mercado posibles, dando el gusto a los fans de las telenovelas, a los coleccionistas de juguetes o a los seguidores de la animación. Es una de las claves de su éxito. La famosa plataforma ha estrenado hoy su segunda serie original realizada mediante stop-motion, tras la genial, brava y desenfadada Buddy Thunderstruck, de los irreverentes Stoopid Buddy Stoodios (Robot Chicken, SuperMansion). La producción de Rilakkuma y Kaoru, aunque mantiene el aspecto afelpado en parte de la plantilla de personajes, tiene un estilo tonal y formal totalmente diferente de la anterior.
En un primer vistazo, en las imágenes promocionales y en los trailers que hemos podido ver en las últimas semanas, daba la sensación que nos íbamos a encontrar con una serie puramente "kawaii", el término japonés para nuestro "cuqui", donde se iba a dar rienda suelta a los quehaceres de peluches infantiloides. Nada más lejos de la realidad. El peso del programa recae en Kaoru, una chica de 25 años (aunque por espíritu parezca que tenga treintaytantos) que trabaja en una oficina y que tiene bajo su techo a dos osos blanditos, uno de ellos siempre dispuesto a comer o dormir, el otro a jugar y a utilizar algo de tecnología, y a un canario obsesionado con el orden y la limpieza. Además de estos atributos, en el episodio 10, de los 13 que componen la primera temporada, el pequeño pájaro amarillo, Kiiroitori, muestra su tendencia machista al decirle a Kaoru que no puede acompañar a los osos y a él a Hawai -les han llamado para dar un concierto- porque no tiene novio ni marido. Ufff...

A través de Kaoru se nos presentan un montón de conflictos adultos, muy adultos, como la ansiedad y la depresión, la negatividad, el consumo desmesurado, el drama de aumentar de talla, el deshaucio, el fracaso o la envidia. Pero, por suerte, gracias a los dos osetes, Rilakkuma y Kolirakkuma, tenemos la posibilidad de ver un poco de luz, a través del humor, del acercamiento a la ciencia ficción y el terror (inocuo), de los sueños febriles alucinantes (cómete esta remake de Dumbo), y de la voluntad de ayudar siempre a su poco afortunada compañera de piso. Dicho lo cual, ojalá que en la segunda temporada las tornas cambien y el peso de la serie recaiga en los úrsidos, pues hay momentos en el que tanto conflicto existencial hace que la serie se vuelva un poco plomazo.
Pero estoy seguro que la llegada de esta nueva serie será todo un acontecimiento en Japón, pues olvidé mencionar que la figura del oso Rilakkuma no es algo nuevo para los japoneses. De hecho lo han integrado plenamente en su más reciente cultura pop, al igual que lo hicieran con Domo Kun, mascota de colmillos afilados de la cadena NHK. Este oso "nació" de los pinceles de la ilustradora Aki Kondou en 2004, como figura de la literatura infantil, y desde entonces ha sido objeto de un merchandising desmesurado que ha ido desde la típica vajilla infantil con su careto a varios videojuegos para Nintendo DS.

En cuanto a la ejecución de la serie, la dupla es ganadora. Por un lado, la confección de los muñecos ha sido obra (de arte) del equipo de especialistas de Altrincham (Inglaterra) que trabajan en la empresa Mackinnon & Saunders, cuya única mácula puede encontrarse en ciertas expresiones faciales de los personajes humanos, pues en contadas ocasiones se les abulta el maxilar inferior o los mofletes de forma un tanto antiestética. Por otro lado, la animación ha recaído en el estudio japonés dwarf inc., auténticos expertos en animación stop-motion kawaii, tal y como llevan demostrando desde hace más de veinte años con series como la protagonizada por, el ya mencionado, Domo Kun, o por el gatito Komaneko. Esta combinación de éxito se traduce en momentos de animacion total alucinantes, aquellos en los que vemos moverse e interactuar a Rilakkuma, Kolirakkuma y Kiiroitori.