Blues Brothers 2000 supuso el regreso más infame de una de las películas que más han marcado infancia, adolescencia y madurez (si es que eso me ha llegado). Después de infinitas veces de ver en un VHS la Blues Brothers original en el salón de mi casa al lado del bueno de mi hermano, llegó en 1998 esta segunda parte que me permitía no solo disfrutar de nuevos temas de la banda de Chicago, sino verlos dentro de la magnificencia de una pantalla de cine. Eso lo tuvimos, por supuesto, pero es que el resto de la película, el hilo conductor de la misma, había perdido todo lo bueno de la original, aquello que haría de John Landis todo un referente en los primeros ochenta, gracias también a monumentales films de culto como Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981) o Entre Pillos Anda el Juego (1983) que su mente creo en aquellos años.
Sin embargo, a la entrada de los noventa la magia del barbudo de Landis se convirtió en absoluta torpeza narrativa dentro de comedias que no harían gracia ni al más bobo de entre los bobos. Oscar, ¡quita las manos! (1991), La familia Stupid (1996) y Blues Brothers 2000 (1998) son grandes ejemplos de esta decadencia. Pero no todo va a ser malo, no. Dentro de estas cintas de los noventa Landis dejó auténticos regalos para la vista a los amantes de su amada stop-motion, recordemos que es amigo íntimo del gran Ray Harryhausen (ahí es nada). En la cinta de los Blues Brothers, de hecho, se incluyó una breve pero muy lograda secuencia de stop-motion de un esqueleto montado sobre su también esquelético caballo que intenta cazar unas reses, también esqueléticas. Por desgracia no conozco el artista detrás de esta animación... (help! I need somebody...)
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