sábado, 30 de julio de 2022

LA LUZ Y LA MAGIA DE ILM

Encontrar las pasiones de nuestra vida no siempre es algo sencillo. Recuerdo que de niño siempre me alucinó la animación, tanto en dibujo animado como en volumen, pero no fue hasta un momento determinado en el que caí en la cuenta de su mágica realidad: todos ellos salían de la mente y el trabajo duro de artistas. Ese momento preciso se produjo unas navidades de mediados de los noventa, cuando Papá Noel me obsequió con un ejemplar del libro Industrial Light & Magic: Into the Digital Realm (Mark Cotta Vaz, 1996).

Por entonces, no era capaz de leer en inglés, así que dedicaba las horas muertas a mirar y remirar las imágenes de detrás de las cámaras de los trabajos realizados por Industrial Light & Magic para grandes películas de fantasía y ciencia ficción: E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), Abbyss (Jamesa Cameron, 1989), Willow (Ron Howard, 1988),... al tiempo que iba apuntando mentalmente los nombres de aquellos fascinantes artistas estadounidenses, que siempre aparecían con caras de concentración en las instantáneas. Mientras mis compañeros de clase se sabían de carrerilla la plantilla del Real Madrid o del Barça, yo, que no disfrutaba demasiado del fútbol, convocaba en mi cabeza a otra alineación bien distinta. Phil Tippett, Ken Ralston, Dennis Muren, Joe Johnston, John Berg, Tom St. Amand, Dave Allen,... se convirtieron en mis ídolos. 

Poco tiempo después, llegaron a casa las ediciones especiales en DVD de esas y otras películas, que contenían estupendos documentales del proceso de creación de las mismas. Muchas veces disfrutaba más de esos extras que de los propios films, pues enseñaban los maravillosos trucos de aquellas escenas de las que tanto hablábamos en casa. Alucinaba especialmente con aquellas películas que contenían animación fotograma a fotograma, como El dragón del lago del fuego (Matthew Robbins, 1981), El chico de oro (Michael Ritchie, 1986) o Cariño, he encogido a los niños (Joe Johnston, 1989). Al igual que las películas de Ray Harryhausen o los cortometrajes de Aardman, nunca me cansaba de verlas en unas copias en VHS que acabaron arañadas. Aún hoy las disfruto plenamente y acudo a ellas cuando necesito evadirme de la realidad adulta.

Esa sensación reconfortante la he vuelto sentir esta semana. El motivo ha sido el estreno en Disney+ de la serie documental Light & Magic (Lawrence Kasdan, 2022).

Kasdan ha confeccionado un trabajo de investigación digno de ser premiado, realizando entrevistas a la mayoría de los grandes artistas que han trabajado en la empresa de efectos especiales que creó George Lucas en 1975, al tiempo que ha recuperado en alta definición un material de archivo que te deja con la boca abierta -y que nada tiene que envidiar al de The Beatles: Get Back (Peter Jackson, 2021), pese a no ser tan cacareado-. Lo mejor de todo es que Kasdan deja hablar a nivel técnico a los artistas, quienes se explayan en aquellas escenas que han resultado claves en el avance de los efectos especiales del cine: el rodaje de las naves de La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977), las animaciones stop-motion de El imperio contraataca (Irvin Kersner, 1980), la vidriera viviente de El secreto de la pirámide (Chris Columbus, 1985), el temido T-1000 de Terminator 2:el juicio final (James Cameron, 1991),... hasta llegar a The Mandalorian (Jon Favreau, 2019-20).

Particularmente, he disfrutado muchísimo de las entrevistas a Ken Ralston, Phil Tippett y Doug Chiang, un grupo de outsiders que se quedaron prendados de las criaturas de Ray Harryhausen y que, tras intentar emular su trabajo mediante animaciones caseras, lograron convertirse en leyendas de ILM. Unos cortometrajes amateur que, para total goce de quien escribe estas líneas, aparecen (aunque sea solo en breves fragmentos) en la mencionada serie. 

Me alegra que Light & Magic este disponible a través de tres o cuatro pulsaciones del botón del mando a distancia de mi televisor, pues creo que voy a volver a él con preocupante asiduidad.

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