Cualquiera que escuche las palabras “animación” y “Noruega” empezará a tararear mentalmente el Take on me de a-ha; pero no va a ser el caso, pues en este breve recorrido por la animación del país escandinavo solo nos centraremos en aquellos cineastas que han realizado sus películas mediante muñecos animados en stop-motion, es decir, y a grandes rasgos, mediante aquella centenaria técnica que consiste en capturar en la cámara el movimiento que, foto a foto, un animador va imprimiendo con sus manos –en incrementos milimétricos- a un muñeco de escasos treinta centímetros.
Esta técnica no es elegida al azar, sino que es una de las que lleva aparejada mayor número de maestros del cine animado noruego. Tanto es así, que la historia de la animación en Noruega no se hace importante, tras unos inicios marcados por la tiza y el dibujo animado tosco de pioneros como Sverre Halvorsen (1891 - 1936) u Ola Kornelius (1890-1961), hasta que el hijo de un ebanista de origen italiano decidiera mover sin hilos a sus marionetas.
Ivo Caprino durante el rodaje de Flåklypa Grand Prix (1975))
Los títeres animados de Ivo Caprino
Ivo Caprino (1920 - 2001), digno descendiente de Geppetto, es la figura más reivindicada del cine de animación noruego tanto dentro como fuera del país. Tras trabajar en un teatro de títeres durante su adolescencia, decidió llevar a la pantalla a sus muñecos de madera. Para ello patentó y explotó, desde 1948 hasta 1958, un sistema de filmación de muñecos con el que obtuvo unos resultados técnicamente superiores al cine de marionetas convencional, y que podría verse como la antesala a los populares animatronics de los ochenta. De esta primera época del cine de Caprino son destacables los cortometrajes Musikk på loftet (Música en el ático, 1950), primera película noruega en color rodada en 35 mm; Veslefrikk med fela (El pequeño Freddy y su violín, 1952), adaptación de un cuento popular noruego por la que el director Ingmar Bergman sentía una gran predilección; o Karius og Baktus (Karius y Baktus, 1955), un excelente film infantil para educar en la higiene dental.
A mediados de los cincuenta Caprino decidió empezar a mover a sus muñecos, o mejor dicho, a los muñecos creados por su madre, Ingeborg Gude (1890-1965), mediante stop-motion. Los trabajos con los que se puso al día en la técnica del paso de manivela (como la denominaba nuestro particular pionero, Segundo de Chomón) fueron pequeños encargos como una breve escena navideña protagonizada por un Santa Claus viajando en su trineo volador, y el corto Et hundeliv med meg (Una vida perruna, 1958). Fue por entonces cuando dirigió su primer largometraje Ugler i mosen (La trama escondida, 1959), un film de imagen real con algunos (pocos) insertos de muñecos animados basado en el libro infantil Marens lille ugle (El pequeño búho de María, 1957) de Finn Havrevold.
Tras la buena acogida del film, este cineasta tuvo la idea de realizar un nuevo proyecto de larga duración con la figura del escritor Peter Christen Asbjørnsen, quien recopiló a mediados del siglo XIX una completa selección de cuentos y leyendas noruegas, como hilo conductor. Sin embargo, no encontró quien le financiara el proyecto, que llevaba por título Det var en gang… (Érase una vez…). Lejos de abandonar, se propuso realizar las adaptaciones de los cuatro cuentos que tenía pensados, e irlos lanzando en formato cortometraje. De este modo estuvo entretenido durante los sesenta, dando viva al intrépido Ashland, en los films Askeladden og de gode hjelperne (Ashland y los buenos ayudantes, 1961) y Gutten som kappåt med trollet (Ashland y el troll horrible, 1967); a diferentes animales del bosque con cierto toque antropomórfico (y perturbador), en Reveenka (La viuda del zorro, 1962); y a la familia más longeva de la historia, en la absolutamente genial y delirante sátira de la burocracia administrativa Sjuende far i huset (Los siete maestros de la casa, 1966).
Los cortometrajes folclóricos fueron reconocidos por su buena labor de preservación de la cultura popular noruega, pero no tuvieron un gran éxito comercial para Ivo Caprino, quien se veía abocado al trabajo dentro del mundo publicitario.
Una nueva oportunidad llegaría con la propuesta de la televisión nacional de adaptar, al formato serie, las historias de los personajes del autor Kjell Aukrust. Flåklypa TV og radio contó para los guiones con el autor original. Después de un año y medio de trabajo, Caprino y Aukrust presentaron los avances del proyecto a los productores, y el resultado fue tan insatisfactorio para ellos que acabaron por cancelar la serie antes de que esta viera la luz.
Póster español de Flåklypa Grand Prix (1975)
Adelantándose a la depresión de Ivo Caprino, su hijo, Remo, le propuso reutilizar los muñecos e ir a por todas con un largometraje para cuyo guion contarían con de nuevo con Aukrust. Flåklypa Grand Prix (Gran Prix en la montaña de los inventos, 1975) nos acerca al pueblo de Flåklypa, donde el inventor Reodor Felgen vive con sus amigos: Ludvig (un puercoespín nervioso, pesimista y melancólico) y Solan (un ave alegre y optimista). Reodor trabaja como reparador de bicicletas, aunque ocupa la mayor parte del tiempo inventando mecanismos al estilo Rube Goldberg. Un día, descubren que uno de los ex-ayudantes de Reodor, Rudolph Blodstrupmoen, ha robado su diseño para un motor de carrera...
El primer largometraje stop-motion noruego de la historia es toda una obra maestra en la presentación de personajes, en la ambientación por medio de diminutas maquetas, y en el manejo de los tiempos. Este último aspecto llega al culmen en los momentos de calma, cuando Reodor toca su armónica en medio de la noche, y en aquellos de acción trepidante, principalmente en esa climácica carrera de coches que recuerda, plano a plano, a la ídem de vainas que hizo que Anakin Skywalker pudiera salir de Tatooine.
Gracias a todo ello, unido a las geniales canciones del cantante y compositor danés Bent Fabricius Bjerre y a una campaña de promoción tan excesiva como efectiva (que incluyó la creación de una réplica, a escala real y perfectamente funcional, del bólido del protagonista), hicieron que la película se convirtiera en el mayor éxito cinematográfico que haya visto el país
[1], y en una película de culto a nivel internacional
[2].
Flåklypa Grand Prix (1975)
La polivalencia formal del Studio Magica
La animación stop-motion de muñecos en el país de los vikingos quedaría en tierra de nadie con la jubilación de Ivo Caprino, solo en el terreno animado, tras la finalización de su particular Grand Prix. El testigo sería recogido, más de una década después, por un heterogéneo colectivo de artistas.
Morten Skallerud (1954) fundó en 1987 su propio estudio, Camera Magica, después de experimentar con la animación, claramente inspirada por Norman McLaren, en sus cortometrajes Geometrisk dans (Baile geométrico, 1972), donde jugaba con las posibilidades que dan unas pocas líneas rectas, Den hvite streken (La línea blanca, 1978), en el que animaba una línea blanca sobre un rollo de película rodado en vivo, o Fotspor av en kjærlighetshistorie (Huellas de una historia de amor, 1981), donde Skallerud animaba huellas mediante cut-out. Pero sería bajo la marca de Camera Magica con la que el cineasta realizaría el film Året gjennom Børfjord (Todo un año a través de una carretera abandonada, 1991), el más impresionante de los realizados hasta la fecha con la técnica time-lapse y el primero del país en ser rodado en 70mm.
Tras el éxito cosechado con la película, Skallerud continuó innovando con la cámara de cine, a la vez que puso en venta su saber hacer para aquellos proyectos de animación que lo requiriesen. Asimismo, en 1994 refunda su estudio y lo nombra Studio Magica. Ahora ya no se trata de un espacio unipersonal, sino de un colectivo formado por otros excelentes artistas del medio audiovisual como la técnico de efectos especiales Natasha Nikitina, el creador de muñecos Ivar Rødningen, el editor Pal Gengenbach, el productor Lars Rommerbakke y el animador Pjotr Sapegin. Este último sería el único de todos ellos en hacer carrera dentro de la animación stop-motion de muñecos; dado que Ivar Rødningen (1957) solo se lanzó a la realización en una ocasión, con Pølse (Salchicha, 1999), pese a que este cortometraje contó con una animación tan delicada que permitía disfrutar de la perfecta sincronización labial de sus personajes. Pero no hay de qué quejarse, hoy Rødningen nos halaga la vista con bellas ilustraciones de paisajes noruegos plagados de enormes trols.
Pjotr Sapegin en plena animación
Por su parte, el moscovita Pjotr Klimentjevitsj Sapegin (1955), formado como escenógrafo teatral, llegó a Noruega en 1990 y en poco tiempo acabó recalando en Studio Magica. Allí sus compañeros se involucran en enseñarle las bondades de la animación stop-motion, técnica que utilizó desde su opera prima, Edvard (1992), en la que ya se deja entrever un característico humor en cierto modo deudor del que hizo grandes a actores del cine mudo como Charles Chaplin o Buster Keaton. Sobre el personaje que da nombre a este film, inspirado en el del compositor noruego Edvard Grieg, completó Sapegin una pentalogía donde la animación en plastilina se interrelacionaba con la imagen real.
Entremedias de esta saga, Sapegin rompería las fronteras con Katten Mons (El gato Mons, 1995), una película infantil no apta para mojigatos que trata sobre la gula. El protagonista de la misma es un gato amarillo que ama la comida por encima de todas las cosas, motivo por el cual no puede parar de comer y crecer, comer y crecer, comer y crecer… hasta que un final explosivo vuelve a poner todo en su sitio, en un bucle que pudiera ser infinito.
A partir de este momento el nombre de Sapegin se empareja al de cortometraje entretenido que ameniza las sesiones, más o menos plomazo, de festivales especializados en animación. Los ejemplos más aplaudidos serían Huset på Kampen (Un día un hombre compró una casa, 1998), que trata sobre el amor atípico entre el propietario de una vivienda y la rata que se esconde bajo sus suelos; y Aria (2002), una compleja e inteligente versión de la ópera de Puccini Madama Butterfly que cuenta con el plano más brillante de la carrera de Sapegin: en el momento más desgarrador de la historia, la geisha de Nagasaki toma conciencia de que es un muñeco, sale del escenario en miniatura donde se lleva a cabo el rodaje y practica un brutal seppuku que deja al descubierto el esqueleto de alambre que hace posible su movimiento fotograma a fotograma. Ambos films fueron galardonados con un Amanda, el máximo galardón que otorga la Academia de Cine Noruego, a Mejor Cortometraje Nacional.
Studio Magica cerraría sus puertas a principios de los 2000 y Sapegin formaría entonces Pravda AS junto a grupo de realizadores noruegos más interesados por el cine de acción real. Desde entonces se ha dedicado a la publicidad, con campañas de animación de muñecos de acabado más que notable, volviendo a la animación de autor en pocas y celebradas ocasiones con obras como Genom mina tjocka linser (A través de mis gruesas gafas, 2004), sobre las surrealistas historias de la Segunda Guerra Mundial que un abuelo le cuenta a su nieta, o Der letzte Troll von Norwegen (El último trol de Noruega, 2010), acercamiento al folclore fantástico, con humor dramático, a través de un enorme trol de diseño feísta al que pone voz el actor Max von Sydow.
Qvisten Animation, haciendo industria
Casi en el mismo momento en el que Sapegin se iniciaba como cortometrajista, un par de jóvenes de la capital noruega se iniciaban en el terreno animado. Ove Heiborg (1967) y Fredrik Vegland Kiøsterud (1970) se conocieron en la Escuela Westerdals de publicidad y diseño. Ambos querían ser cineastas, pero no encontraron formación específica en Oslo. Así que utilizaron los trabajos de formación académica para iniciarse en la realización, eligiendo el terreno de la animación debido a lo que disfrutaban viendo las producciones que se hacían a principios de los noventa en cine, videoclips y anuncios de televisión. Durante este tiempo realizaron los cortometrajes stop-motion Q-TV (1994) y Bad-Bulls (1999), obteniendo los conocimientos técnicos necesarios en Volda (ciudad con escuela de cine) y en Brístol –más concretamente en el estudio Aardman, meca europea del cine fotograma a fotograma-. Al terminar los estudios fueron contratados por una agencia de publicidad, pero ambos renunciaron antes de empezar para dedicarse a la insegura carrera de cineasta de animación.
Unos jóvenes Ove Heiborg y Fredrik Kiøsterud
En 1994 se instalaron en una oficina situada en lo alto de un edificio, en el ático o kvisten, como se escribe en noruego, motivo por el cual pusieron a su empresa el nombre Qvisten Animation. Los primeros años serían duros, tuvieron que compaginar su pasión con el trabajo de hervir cabezas de vaca para luego vender sus cráneos –a principios de los noventa es algo que se puso muy de moda en la decoración de restaurantes del país-, hasta que poco a poco se fueron haciendo un hueco en la producción de anuncios de televisión y en el arte de los videoclips musicales. Pronto se dieron cuenta que para crecer como estudio necesitaban dar un paso importante: incluir en su portfolio a la animación tradicional de acetatos. La primera producción importante que realizarían con esta técnica sería el vídeo del tema musical Pus har løpetid, del cantante Halvdan Sivertsen.
El responsable creativo del mismo fue Rasmus Andre Sivertsen (1972), que pese al apellido nada le unía por sangre al artista musical. Rasmus se zambulló de lleno en el terreno de la animación desde crío, pues su padre Thor Sivertsen (1950) era cortometrajista de dibujos animados. Tras formarse en Volda pasó a formar parte de Qvisten, siempre dejando la puerta abierta a ser contratado por otros estudios: de hecho, llegó a ser uno de los animadores principales del largometraje de dibujos animados Solan, Ludvig og Gurin med reverompa (Gurin, Cola de Zorro, John M. Jacobsen y Nille Tystad, 1998), realizó el exitoso cortometraje Guggen: du store Gauda! (Guggen: ¡Qué gran gouda!, 2002), y se estrenó como director de largometrajes con Kaptein Sabeltann (Capitán Dientes de Sable, co.dir. Stig Berqvist, 2003). En este lapso de tiempo, entre mediados de los noventa y mediados de los dos mil, en Qvisten las cosas estuvieron algo convulsas, sobre todo con la marcha de Fredrik Kiøsterud, uno de los dos directores del estudio. Sin embargo, Ove Heiborg supo recuperarse del golpe y tomó la decisión que acabaría convirtiendo a su estudio en el más importante del país: ofreció a Rasmus Sivertsen el puesto de Kiøsterud y le dejó ser el director de los largometrajes, con un gran margen creativo, mientras el propio Heiborg se encargaba de la producción de los mismos.
En este nuevo comienzo decidieron desarrollar la animación por ordenador a través de largometrajes, ya fueran basados en literatura infantil del país, Kurt blir grusom (Kurt se vuelve cruel, 2008), o centrados en iconos de la cultura pop noruega, como el coche de policía Pelle - Pelle Politibil går i vannet (Pelle entra en el agua, 2009) y Pelle Politibil på sporet (Pelle en la pista, 2013)- o el dúo musical Knutsen & Ludvigsen -Knutsen & Ludvigsen og den fæle Rasputin (Dos colegas al rescate, 2015)-. Pero a los pocos años volvieron a sus orígenes; a la animación stop-motion.
Solan og Ludvig - Herfra til Flåklypa (2015)
Solan og Ludvig - Jul i Flåklypa (Louis y Luca y la máquina de nieve, 2013), fue la primera incursión en el largometraje de muñecos animados para el estudio Qvisten. Una nueva historia basada en los personajes de Kjell Aukrust para la que contrataron a animadores, escenógrafos y creadores de muñecos de primer nivel (como los españoles César Díaz Meléndez o Sonia Iglesias Rey); un golpe de efecto que puso al ático de Oslo en la primera línea de los estudios de animación stop-motion mundial. La película fue galardonada con un premio Amanda y dio pie a que se estrenasen un par de secuelas, igual o incluso más interesantes en su propuesta narrativa: Solan og Ludvig - Herfra til Flåklypa (Louis y Luca - La gran carrera del queso, 2015) y Solan og Ludvig - Månelyst i Flåklypa (Louis y Luca – Misión a la Luna, 2018). Pero el mayor éxito comercial les llegaría con otra propuesta de larga duración realizada entre medias de esta trilogía.
Dyrene i Hakkebakkeskogen (El bosque de Haquivaqui, 2016) adapta un conocido libro de la literatura infantil noruega escrito por Thorbjørn Egner, que se hizo muy popular por su adaptación radiofónica y que tuvo su primera versión en formato audiovisual por medio del cortometraje de autómatas Klatremus i knipe (El ratón Claus en apuros, Ivo Caprino, 1955). La propuesta de Rasmus Sivertsen presenta un universo colorido y musical protagonizado por animales antropomorfizados, cuyo envoltorio de moralejas sin moralina nos lleva hacia un gustoso final feliz del que disfrutarán, incluso, los niños más arrugados.
La animación stop-motion de muñecos en Noruega vive hoy su mejor momento, sabiendo mirar tanto atrás, hacia los aciertos de Ivo Caprino, como adelante, por medio del empuje del bien engrasado estudio Qvisten y de jóvenes animadores con propuestas tan alternativas como But Milk is Important (Pero la leche es importante, 2012), de los estudiantes de Volda Eirik Grønmo Bjørnsen (1987) y Anna Mantzaris (1986); o tan comprometidas como The Tower (La torre, 2018) de Mats Grorud (1976), quien ya venía de sorprender con su corto de escuela animado en plastilina Min Bestemor Beijing (Mi abuela Beijing, 2008).
Mantengan sus ojos mirando al norte para no perderse ninguna de ellas.
Dyrene i Hakkebakkeskogen (2016)
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Artículo publicado originalmente en el nº4 de Orphanik, revista anual de crítica de cine (2019), páginas 83 a 90.