La semana pasada pude por fin tachar la número 18 de mi lista de cosas pendientes de hacer antes de morir: Visitar Aardman Animations. La excusa llegó por parte de los animadores gallegos María Moreira y Raúl Eguía, amigos de uno desde los tiempos en que no se manchaban las manos con Gromits, Mophs o Shauns: "El sábado 30 de septiembre va a haber una jornada de puertas abiertas para amigos y familiares de los trabajadores. Si quieres venirte ya sabes". Aquel mensaje llegó a principios del mes pasado.
"La ocasión la pintan calva", me dije. llevaba años intentando buscar el momento para ir, pero por diversos motivos siempre iba dilatando el cumplir ese sueño. Así que corriendo hice la ruta web por AirBnb y Easyjet (a la vuelta me acordaría mucho de la madre del dueño de la compañía), y listo. Ese día estaría en Aardman para que nos presentarán los pormenores de la última película de Nick Park, Early Man.
(elipsis narrativa)
Antes de ir a la nave en la que Aardman está ultimando su largometraje, situado en un bonito y ajardinado parque empresarial en la zona más al norte de Brístol, fui a casa de María y Raúl. Íbamos algo justos de tiempo para la hora en la que teníamos el studio tour, pero no pude evitar fijarme en la una de sus estanterías y perder cinco minutos con los muñecos que allí descansaban.
María y Raúl me cambiaron a Gromit por un vaso de cristal decorado con Rex the Runt que contenía un líquido transparente al que por aquellas tierras llaman "guater". Me dijeron que eso era mejor que el propio Gromit. En ese momento me quedé conforme y pudieron por fin cerrar la puerta de su morada. Al cabo de un rato me di cuenta de que, quizás, me habían engañado... Pero como ya enfilábamos con el bus el polígono de Aztec West, se me olvidó por completo.
En el número 1410 se encontraba LA NAVE. Yo esperaba que hubiera un férreo control de seguridad con lectores de retina y un test ultra jodido sobre el estudio; pero nada, dejaban entrar hasta la recepción a cualquiera. He de confesar que toda la movida del análisis pormenorizado sobre Aardman que hice el año pasado para el libro, fue para prepararme para ese test que yo me imaginaban en mi cabeza.... Dentro de la estancia, ¡Boom! vitrinas por doquier con figuras originales de los largometrajes y series del estudio -las supervivientes al super incendio del 2005, se entiende-. Además había una Shaun a tamaño real y el director de la propia serie -Richard "Golly" Starzak-, que pasaba por allí (también a tamaño real).
Subiendo unas escaleras y pasando por un pasillo plagado de fotos de detrás de las cámaras, llegamos a la cafetería. Donde el café era gratis y malísimo, como en cualquier oficina española en la que me he dejado caer en los últimos lustros. Allí, más y más vitrinas hacían que fuera dejando la taza de café en una mesa para luego recuperarla, al rato, con diferente temperatura y más o menos líquido en su interior.
Y entonces nos llamaron a filas. Nos metieron en una sala para contarnos de que iba la película que lleva rondando la cabeza de Nick Park desde hace más de diez años. Básicamente es una comedia ubicada en un momento de la prehistoria en el que las tribus luchaban entre sí: unas con taparrabos, palos y piedras, otras con bronce, mamuts amaestrados y balones de fútbol. A nosotros nos pusieron una secuencia completa que me dejó totalmente flipado, no solo por la calidad de la animación y los diseños de los personajes sino por el hecho de volver a disfrutar, después de tanto tiempo, del particular humor de Nick Park. Como comprenderéis, nos hicieron firmar un documento escrito en una lengua extraña en el que según parece si se revelaba cualquier cosa importante mostrada en el tour, Aardman tendría derecho a quedarse con tu alma e introducirla en algún muñeco para sus próximos proyectos -sospecho que es la forma real con la que consiguen hacer sus películas, y que todo el resto es un gran paripé.
Luego fuimos pasando por varios departamentos: taller de muñecos, modelado, escenarios de animación enormes y aún más enormes, etc. Hasta que de pronto parpadeé y me vi de nuevo en el aeropuerto de Brístol, donde en el panel luminoso en el que se anuncian las puertas de embarque justo cambiaba para anunciar que mi vuelo a Madrid era cancelado.
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