miércoles, 11 de junio de 2025

Las aventuras de Pee Wee en el mundo de la stop-motion

Resulta que volver a escribir en este espacio con una periodicidad semanal me está gustando mucho. No me voy a (auto)obligar a nada pero verdaderamente creo que es un buen lugar para contar algo interesante con cierta periodicidad, al menos con más espacio del que dejan las redes sociales. Soy consciente de la cantidad de lectores no tiene nada que ver con publicar en Facebook, pero también esto permite un mejor acceso a publicaciones antiguas. Y, como ya he dicho en algunas entrevistas que me han hecho cuando he sacado libro, yo escribo para mí. Es decir, para tener controlado donde dejo cierta información para que me sea muy sencillo volver a ella cuando lo necesite.

Por cierto, y hablando de libros... ¡este sábado estaré en la Feria del Libro de Madrid! Concretamente en la caseta 115, perteneciente a la mejor editorial del mundo mundial: Diábolo Ediciones, entre las 20.00 y las 21:00 h. Allí podréis llevaros dedicados cualquiera de los cuatro libros que ellos me han publicado, además de compartir un momento de charla agradable sobre nuestro maravilloso cine animado.

Y dicho esto, vamos al asunto.

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La semana pasada pude ver el documental El mismísimo Pee-wee (Pee-Wee as Himself, Matt Wolf, 2025), que cuenta con dos partes que suman en total 205 minutazos. Y aunque parezca una barbaridad de metraje, se pasa muy rápido pues la vida de Paul Rubens (1952-2023) desde luego que da para eso y mucho más —de hecho el docu indica que se rodaron más de cuarenta horas—. Y una parte muy importante del mismo tiene que ver, como no podía ser de otro modo, con Pee-Wee's Playhouse (1986-90).

Pee-Wee's Playhouse fue una apuesta arriesgadísima de trasladar una obra de teatro sobre un ficticio programa infantil en el que había continuamente dobles sentidos que hacían referencia al sexo y a otros temas adultos. Enterrando esos guiños adultos, Paul Reubens tuvo total libertad para crear uno de los programas más surrealistas y únicos de la televisión, apoyándose ciegamente en un grupo de artistas comandados por Gary Panter (1950), para el diseño de escenarios y personajes, y Prudence Fenton, responsable de la contratación de los diversos animadores que crearían animaciones originales para el programa. Entre los contratados en la primera temporada estaban Nick Park (1958) y Richard Starzak (por entonces conocido como Richard Goleszowski, 1959), unos ingleses que aún no conocía prácticamente nadie...

En aquel momento, ambos acababan de terminar su participación en el mítico videoclip Sledgehammer (1986), en el que Peter Gabriel (1950) se dejó hacer todo tipo de perrerías animadas dirigidas por Stephen R. Johnson (1952-2015) y llevadas a cabo por los hermanos Quay (Stephen y Timothy, 1947) y los jovenes talentos de  Aardman Animations. Sledgehammer se convirtió en el videoclip más importante del momento y eso llamó la atención de los productores de Pee-Wee's Playhouse, quienes contrataron rápidamente a Johnson para que dirigiera algunos capítulos de la primera temporada. No he encontrado referencias directas al respecto, pero estoy seguro que fue Johnson quien solicitó que los animadores de Aardman se encargaran de un personaje ideado entre Reubens y Panter: Penny, una niña de plastilina con centavos de dólar (copper pennies para los yankis) en lugar de ojos a la que daba voz la actriz infantil Anna Seidman.

Así, durante la primera temporada de la serie, Park y Starzak se encargaron de realizar las breves animadores de este personaje, eligiendo para ello una solución más rápida que la usual animación stop-motion de muñecos. En vez de crear escenarios tridimensionales y rodar con la cámara en frontal, realizaron una cámara multiplano y movieron a Penny en un mundo bidimensional que, sin embargo, llegaba a niveles de expresividad muy cercana a la del dibujo animado.

Los aardmanitas decidieron no continuar en la segunda temporada del programa, pues querían hacer trabajos autorales que, en poco tiempo, les convertirían en estrellas de primer nivel en el mundo del cine animado. Nick Park terminó por fin su proyecto de escuela, con el que llevaba más de cinco años pringado —Una gran excursión (A Grand Day Out, 1989)—, y también el Oscarizado cortometraje Creature Comforts (1989); mientras que Richard Starzak realizó el siempre reivindicable Ident (1990), en el que hacía acto de presencia un extraño perro de plastilina animada sobre cristal que acabaría protagonizando su propia serie: Rex the Run (1998-2001).

Reubens y su equipo quisieron que, pese a la marcha de los aardmanitas, el personaje de Penny se mantuviera en las siguientes temporadas del programa. Así que contrataron a otro joven animador que, igualmente, tendría un brillante futuro en la animación. Craig Bartlett (1956), quien había aprendido los pormenores de la stop-motion en los Will Vinton Studios, participando en el largometraje The Adventures of Mark Twain (1985).

Bartlett llevó el mundo de Penny al punto álgido del surrealismo loco, convirtiendo al personaje secundario en uno de los más queridos del plantel del programa. De hecho, la juguetera Matchbox a punto estuvo de sacar a la venta una muñeca de Penny, aunque finalmente (y por desgracia) nunca pasó del prototipo. 

Anuncio de la muñeca de la juguetera Matchbox.

La oportunidad que Reubens y los productores del programa dieron a Bartlett fue muy importante para que convenciera de su capacidad no solo crear sino también para dirigir trabajos de animación. Así, en 1993 presentó ante la cúpula de Nickleodeon su proyecto Hey Arnold!, que se acabaría convirtiendo en uno de los shows animados más importante de la cadena en la segunda mitad de los noventa. Por cierto, las animaciones primigenias de Hey Arnold! fueron realizada por Bartlett... ¡en plastilina sobre cristal!

Y aquí lo dejo por hoy. Hay mucha más animación stop-motion en Pee-Wee's Playhouse, pero tengo que ponerme a investigar sobre ello, así que lo dejó para más adelante. ¡Feliz semana!

jueves, 5 de junio de 2025

Los girasoles y el triunfo de los hermanos Lagares

Llevaba tiempo queriendo ver el cortometraje que hoy comparto en este espacio, pues creo que es el único que ha ganado un Goya que por unas cosas o por otras pues se me había ido resistiendo al paso del tiempo. Y eso que incluso tengo relación con los dos realizadores del mismo desde hace años, pero siempre encontré ciertas reticencias a mostrarlo...

Pero todo llega. Por fin está disponible online -de hecho, desde el mes de febrero-, con motivo de su veinticinco aniversario. Pasen y vean Los girasoles, realizado en el año 2000 por los hermanos José y Manuel Lagares.

Una vez vista la película entiendo perfectamente los miedos que pudieran tener José y Manuel de enseñarlo, pues claramente es un trabajo que es fruto de su tiempo. Mirado hoy, con los ojos acostumbrados a unos acabos técnicos hiperlativos, está claro que Los girasoles puede no ser del agrado de todos. Pero qué queréis que os diga, a mí me ha gustado y mucho.

En primer lugar nos encontramos con una escena genial en la que se nos muestra al Sol y a la Luna como si fueran curritos de una fábrica. Creo que todo aquí funciona muy bien: escenarios, iluminación, animación,... Hasta dan ganas de pedirle a Lorenzo que se haga otro de esos bocatas de tomate y jamón que se marca.

En el bloque central nos encontramos a dos girasoles antropomorfizados que se quieren y bailan para demostrarlo. Los diseños resultan un poco extraños, si bien creo que la idea de poner caras humanas a estas plantas era bastante arriesgada. En cualquier caso, ya me gustaría a mí tener ese culo tan bien trabajado (creo que tengo que tomarme más en serio las clases de GAP). Fuera de coñas, en esta, la parte central del corto, se alternan secuencias animadas en stop-motion con otras animadas por ordenador, de esas tan propias de finales de los noventa que a mí me fascinan a nivel estético, con ese renderizado como de plástico brillante que me recuerda tanto a los fondos de pantalla de Windows 95/98. Asimismo, los Lagares sacan pecho con una de sus grandes dotes: la de crear caricaturas en plastilina de personajes famosos. Así vemos a Mark Knopfler, Phil Collins o Elton John bajo la mirada lagariana, que es tan buena que hace que los susodichos se reconozcan al instante. Cabe también mencionar que esta secuencia también puede ser mirada como una llamada de atención por parte de los realizadores a la agricultura intensiva que, de forma desbocada, convierte algunas parcelas en auténticos eriales.

Finalmente la película cierra de forma magistral con una brevísima secuencia de Vicent Van Gogh rescatando a los girasoles protagonistas de una segadora. Es alucinante lo bien trabajada que está la ambientación de este plano (diseñado por Isabel Villalonga Shelly). De hecho a mí me ha dado pena que se acabe tan rápido, pues dan ganas de meterse dentro de ella y cotillear los cuadros y resto de objetos de esta perfecta versión del artista desorejado. Pero lo bueno es que, teniendo el corto a mano, he podido echar para atrás y verlo las veces que me ha dado la gana.

Los girasoles ganaron el Goya a mejor cortometraje de animación en el año 2000, compitiendo contra otro trabajo de animación en plastilina —Podría ser peor del canario Damián Perea—, una joyita de esa época de CGI irrepetible —Smoke City (Edu Martín y Mario Tarradas)— y un par de maravillosos trabajos de dibujo animado —Animal (Miguel Díez Pérez) y William Wilson (Jorge Dayas)—. Aquí el vídeo del momento en que los hermanos Lagares suben a por su cabezón, entregado por el gran Antonio Fraguas "Forges":