En el 60 aniversario de Hansel & Gretel: An Opera Fantasy, primer largometraje estadounidense realizado integramente en stop-motion, en Puppets & Clay nos hemos interesado por los principales responsables de este trabajo y de los Kinemans, los muñecos que patentó Myerberg para la realización de sus proyectos animados.
Michael Myerber, foto de archivo. |
Michael Myerberg productor y showman de éxito en el Broadway de finales de los años 30, quedo alucinado tras ver en 1940 Fantasía de Walt Disney, sobretodo por el poder de la combinación de la música con la animación. Así que se lió la manta a la cabeza y contactó con el director de orquesta Leopold Stokowski y el animador de muñecos Lou Bunin para acometer un ambicioso proyecto.
Corría el año 1942. Stokowski, Myerberg, y Bunin habían gastado casi 3 años en la planificación de un largometraje que pretendía adaptar la ópera de 14 horas de Richard Wagner, El Anillo del Nibelungo, en 4 horas de animación de muñecos. Para el proyecto se desarrollaron elaborados puppets, entre los que se encontraban gnomos, trolls, dragones, guerreros de Valhalla y criaturas con aspecto de sirenas llamadas Rhinemaidens (doncellas del Rhin), que compartirían protagonismo en varias y épicas escenas de batalla. Myerberg se hizo con un completo casting de voces operísticas, a la vez que se desarrollaban los storyboards, los decorados, y los complejos muñecos de Bunin, quien llegó a completar una secuencia de animación. Universal estaba interesada en producir la aventura cinematográfica, pero por desgracia Hitler estaba haciendo de las suyas en europa y muy pronto se dio a conocer la admiración del dictador por la música de Wagner. Este detalle y la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial llevaron a que el proyecto fuera abandonado en un cajón del escritorio de Myerberg y nunca más saliera a la luz.
Sin embargo, y ahora sin la ayuda de Bunin, Myerberg empezó la planificación de otro largometraje stop-motion bajo el nombre Aladdin and his Wonderful Lamp (Aladdin y su Lámpara Maravillosa), basado en los cuentos clásicos de Aladdin. Sus asociados Peter Lanucci y Herb Schaeffer diseñaron los esqueletos internos de los personajes, mientras Myerberg desarrollaba intrincados sistemas con imanes para logar que los personajes se quedaran adheridos a escenarios de base metálica. Los esqueletos poseían un interruptor en las extremidades para ayudar al animador a fijar los muñecos en una posición concreta después de cada milimétrico movimiento. Esculpidos en arcilla por James Summers, quien se encargó también de su diseño, los muñecos eran convertidos en espuma de látex mediante moldes y cocción en horno (labor realizada por George Butler), a los que posteriormente se les pasaba por los departamentos de maquillaje, vestuario y peluquería, para quedar listos para la filmación. Myerberg, aplicando sus dotes de showman y hombre de negocios, empezó a lanzar información falsa sobre el proceso de creación de los Kinemans, como él llamaba a los muñecos que desde entonces aparecerían en sus producciones, para captar a posibles productores y distribuidores. Él sostenía que los Kinemans eran manipulados por una misterioso proceso electrónico que había costado miles de dólares, que a través de complejas fórmulas era capaz de proporcionar a los muñecos más de 800.000 expresiones humanas.
¿Conseguiría Myerberg convencer a la gente de dinero de los Estados Unidos para que le ayudaran a realizar esta película, o metería este proyecto también en el cajón de su escritorio? Lo descubriréis en la próxima entrega de los Kinemans...